La situación geoestratégica de las Eras de San Martín, situadas en la encrucijada de caminos naturales, su posición fronteriza durante varias etapas de su historia y la potencialidad de las las tierras de cultivo en su entorno, justifica, tanto desde el punto estratégico como económico, la existencia de asentamientos humanos desde época muy temprana.
El primer asentamiento se produjo en la Primera Edad del Hierro, con un pequeño poblado en el cerro más occidental del yacimiento, el mejor defendido. Este asentamiento se extenderá a toda la superficie de las Eras de San Martín, dando lugar, en la Segunda Edad del Hierro, a la primera población de la que conocemos su nombre, Ilurcis.
La conquista romana, en el siglo II a. C., supondrá que el asentamiento pase a llamarse Graccurris, tomando el nombre de su fundador, Tiberio Sempronio Graco. Será la primera fundación romana en el valle del Ebro.
La ciudad romana alcanzará su mayor desarrollo en los siglos I y II d. C., cuando adquiere la condición de municipio latino, llegando a acuñar moneda en época tiberiana. En este periodo se acomenten las obras públicas más relevantes en la ciudad y en su territorio.
El periodo tardorromano supone un declive en las estructuras públicas de la ciudad, pero en ningún momento llega a despoblarse, como nos muestra la contigua necrópolis de la Azucarera, donde se recuperó la lauda paleocristiana de Ursicinus.
Durante la Alta Edad Media nuevamente se incrementará el poblamiento de las Eras de San Martín, construyéndose un denso caserío que se mantendrá entre los siglos VII y IX, primero bajo dominio cristiano y en los dos últimos siglos en territorio musulmán. A principios del siglo IX, quizás coincidiendo con la reorganización de la Marca Superior de Al Andalus, la población se translada en torno al cerro del castillo, dando lugar al asentamiento actual.